martes, 4 de diciembre de 2012

Budaismo y eutanasia.

No es por mera coincidencia que la palabra para eutanasia en japonés sea anrakushi, un término con un significado budista. En la terminología budista, anrakukaku es otro nombre para la Tierra Pura, el mundo del Bodhisattva Amida, al que esperan ir los japoneses después de la muerte. El famoso libro Takasebune de Mari Ógai -un escritor de novelas históricas, médico educado en Alemania trata específicamente del anrakushi. Se trata de la historia de Yoshisuke, que mata a su hermano menor enfermo, quien quiere morir pero carece de la fuerza para matarse.

La ley japonesa no penaliza el suicidio, y la ley europea está empezando lentamente a seguir el modelo japonés en este sentido. Sin embargo, la ley japonesa considera un crimen asistir a un suicidio o alentarlo. En situaciones normales, no puede haber nada más sabio y prudente que esto, pues la gente saludable debería ser alentada a vivir y hacer lo más posible con sus vidas. Pero en las situaciones donde se exige songenshi (muerte-con-dignidad), el hecho de que la persona esté enfrentando una muerte inminente es lo que hace que sea moralmente aceptable asistirla en su suicidio, en particular si el motivo es la compasión.

Hay japoneses que sostienen que el pueblo japonés carece de la capacidad de tomar decisiones independientes de los occidentales y que, por lo tanto, los doctores deberían tomar las decisiones por sus pacientes. Ésta es una lógica equivocada. La razón por la cual los pacientes no pueden hacer buenos juicios independientes es porque los médicos les niegan la información y la libertad para hacerlo y no porque carezcan de las capacidades mentales o de las características personales para hacer juicios. La capacidad de los japoneses para asumir una responsabilidad personal frente a decisiones importantes en tiempos de tensión, peligro o angustia, se ha mostrado repetidas veces en los ejemplos históricos de esos audaces reformadores budistas.

A fin de que el paciente pueda tomar una decisión inteligente acerca de cuándo y cómo desea morir, necesita conocer los hechos acerca de la naturaleza de su enfermedad, no sólo el nombre real de ésta, sino las perspectivas realistas y las posibles consecuencias de todas las formas disponibles de tratamiento. Esto significa renunciar al modelo paternalista que sustenta la medicina japonesa actual y otorgarle al paciente la libertad sustancial de decidir su propio caso.

Hoy en día persiste una pregunta importante para los budistas: ¿cuáles son las diferencias, si es que las hay, entre el suicidio y la eutanasia? Obviamente, una diferencia sustancial es la de si la persona que recibe la eutanasia está inconsciente. En este caso, salvo que él o ella hayan hecho previamente una declaración de sus deseos mientras su voluntad permanecía viva, no tenemos forma de saber si el paciente quiere genuinamente la eutanasia.

Por otra parte, una vez que la conciencia se ha disociado permanentemente del cuerpo, el Budismo no ve la razón de seguir nutriendo o estimulando el cuerpo, pues un cuerpo privado de sus skandhas no es una persona. La Songenshi Kyokai de Japón (Asociación para la Muerte con-Dignidad) ha hecho mucho por mejorar la capacidad del hombre japonés para escoger el tiempo y la forma de morir.

Los médicos a quienes no les gusta la idea de cortar la vida de una persona preferirían prolongar los procesos materiales de la vida, sin preocuparse por la calidad mental de esa vida. Es aquí donde los budistas están en desacuerdo con la medicina occidental materialista. Pero no es necesario que exista conflicto entre el Budismo y la medicina. No hay razón para atribuir al médico la "responsabilidad" de la muerte del paciente.  El paciente, por su parte, tiene el derecho de determinar su propia muerte.

En resumen, lo que importa a los budistas es si se le concederá o no a la persona la responsabilidad por su propia vida y destino. Toda la tradición budista, y en particular la del suicidio dentro de Japón, plantea que la decisión personal en lo que respecta al tiempo y a la forma de morir es de extrema importancia, y todo lo que hagan los otros para oscurecer la mente del que está muriendo o para despojarlo de tal elección constituye una violación de los principios budistas. Los budistas japoneses pueden respetar esta decisión más que las culturas occidentales y conducir la bioética humanitaria en una perspectiva diferente hacia la muerte dignificada.

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